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Icono de Payasospital: ojos y nariz de payaso

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Diario de un clown de hospital

Alas para volar

Como vivencia personal y artística, me gustaría contar el caso de la persona que, ese día, movió los cimientos de mi ser.

Mi compañero ya me había contado su experiencia de la semana anterior con ella. Era Silvia, de 5 años. Estaba allí por una Fibrosis Quística y su actitud frente a todo era de enfado. Puedes pensar, al leer esto, que como todas las personas de esta edad, la actitud de la niña era una manera de llamar la atención, de ser el centro, de expresar su malestar frente a los demás, etc. Pero no era así.

Entramos a ver a Silvia con una tontería positiva extra que adoptamos con las personitas de esta edad y con ese diagnóstico. Ella estaba sentada en la cama y su mami al lado. La madre nos miraba con una gran sonrisa. Sin embargo, Silvia nos observaba sin inmutarse. Su cara era de un enfado profundo, pero no con nadie en particular. Parecía que llevara el peso de un enojo de siglos encima de ella. Esta situación me toca profundamente y causa curiosidad en mi espíritu. Decido comenzar la visita desde esa sensación.

La auxiliar Analista, mi payasa, y el dotor Max (Sergio Claramunt), mi compañero de ese día, comienzan a jugar en la entrada prestando mucha atención a alguna posible reacción de la pequeña. De repente: “¡¡Guau!!”, Analista ve un tocador con espejo, pintalabios, secador y todos sus accesorios. Tenéis que saber que Analista siempre tiene su peine en el bolsillo para retocarse el peinado en cualquier momento. Era todo lo que deseaba encontrar. Al verlo tan claro, mi payasa se dirige hacia ese juguete. Como la niña estaba enfadada, era posible que se expresara con algún grito como: “¡¡DEJA MIS COSAS!!” O por el contrario, que se sintiera muy cómplice. No obstante, Silvia nos sigue observando sin manifestar ningún cambio en su actitud.

Max sigue de cerca toda la acción, y me pregunta por Matilde (mi marioneta, la elefanta que me acompaña siempre), me pregunta: “¿Matilde ha venido?” Y Analista, con mucho secreto, le responde que sí. Muy “listamente” Sergio Claramunt y muy “tontamente” Max dice: “Pero… ¿Cómo has traído a Matilde aquí? ¿Aquí no se pueden traer elefantes? Uuuf, como nos pillen.”

Esto creó una relación de complicidad muy grande con Silvia. Encontramos el camino y aunque ella no inmutara su cara en absoluto, no perdió de vista en ningún momento como Matilde, la elefanta, se arreglaba en su tocador, con el espejo, el peine y el secador. El mueble de juguete era realmente del tamaño de mi marioneta, y era muy hermoso ver a la elefanta sentadita arreglándose.

La posibilidad de ofrecerle entretenimiento y complicidad a esta niña, que está tan profundamente enojada, ha sido una experiencia de aprendizaje y aceptación por la vida y la muerte extraordinaria para mí. Y digo por la muerte, porque hay cosas que no pueden cambiar, o que ni siquiera nosotros podemos cambiar, pero sí, acompañar y transformar. En esto consiste muchas veces nuestro oficio como payasos de hospital.

Gracias Silvia y mami sonriente. Gracias Max, gracias Matilde y por supuesto, gracias Analista. Alas para volar.

Txetxe Folch (Auxiliar Analista)

Auxiliar Analista con mini paraguas